Andaba yo tris cando por las Gubias del
Parrisal, cuando lo vi,
el viento me era favorable, me quede quieto como una piedra;
lo salvaje vino a mi encuentro, vi el vaho que producía
su respiración y podía contar los anillos de su cornamenta.
Se dirigía hacia mi hasta que se dio cuenta y huyo como pudo;
había visto la cara del paraíso, el macho cabrío, la del infierno.