
LLegué a Morella atardeciendo, tras todo un día de caminata, una vez superado el puerto de Querol la primera visión de Morella era un poco desmoralizante, parecía que estaba muy lejos, al final tras pasar la Puerta de San Miguel o San Mateo, la verdad es que me lío con las puertas de Morella, lo primero que vi fue un hotel, pero decidí seguir caminando hasta el centro de la ciudad para ver si podía dormir en algún albergue barato, o dado mi condición de peregrino hacer uso de algún local parroquial.
Me informaron que había un albergue juvenil pero que estaba a 4 km y que igual estaba cerrado, fui a hablar con el párroco, pero no tenía ningún sitio para alojar peregrinos ni nada parecido, me puso el sello en mi credencial del peregrino y me preguntó si había hecho una promesa, le respondí que era un viaje. Me dijo: el invierno todavía no ha pasado por aquí, y me dio 10 pavos para el hotel. Después buscando un sitio asequible, acabe en el primer hotel que había visto al entrar, después de haber dado toda la vuelta al pueblo.
Tras pasar unos días en Morella, decidí emprender mi camino, el siguiente pueblo era Xiva de Morella y se podía ir por carretera, pero decidí ir por un sendero de herradura y pasar de pisar asfalto, después de la nevada del día anterior el paisaje era muy bonito, aunque unas nubes negras se cernían sobre mi y un viento helado me enfriaba las ideas.
Después de caminar una hora las marcas del sendero desaparecieron bajo la nieve y no sabía muy bien a donde ir, ante mi había un panorama de montañas blancas y unos molinos de viento; como no pensaba pelearme con los gigantes, decidí volver sobre mis huellas y esperar un día más. Una casilla hacia atrás.